martes, 2 de marzo de 2010

Rinconete sobre Daína Chaviano


Lunes, 1 de marzo de 2010


Daína Chaviano y la ciencia ficción

Por Luis Rafael

Cuentan sus amigos que la adolescente Daína Chaviano (La Habana, 1957) era fantasiosa y creía en su universo mágico al punto de pintar avisos para los extraterrestres en la azotea de su casa de la calle 68 en el barrio habanero de Miramar. Por entonces comenzó a escribir poemas eróticos y publicó sus primeros cuentos. A los veintidós recibe el Premio David de Ciencia Ficción por Los mundos que amo, una colección de relatos escritos entre los 15 y los 19 años, que tuvo un éxito extraordinario en la Isla, al punto de ser adaptado a la radio y, en una versión como fotonovela, vender doscientos mil ejemplares en menos de dos meses, iniciando el boom de la ciencia ficción en Cuba.
Recuerdo que me ponían de ejemplo de escritora precoz a Daína, cuando comencé a frecuentar el Instituto Cubano del Libro; también que mi hermana y mis primos (lectores de la ciencia ficción rusa que nos llegaba a raudales gracias a las publicaciones soviéticas) se pasaron los libros de la joven escritora, que contrastaban con la literatura del realismo socialista. Amoroso planeta (cuentos, 1983), Historias de hadas para adultos (noveletas, 1986), Fábulas de una abuela extraterrestre (novela, 1988; Premio Internacional de Fantasía Goliardos, México 2003) y El abrevadero de los dinosaurios (cuentos, 1990) gustaron a adolescentes, jóvenes y adultos; y abrieron el camino a la popularización de un género que si bien había tenido precedentes en Cuba era marginal.(1)
Licenciada en Lengua y Literatura Inglesa, Chaviano se nutrió de autores europeos y anglosajones como Margaret Atwood, Milan Kundera, Ray Bradbury, Michael Ende, J. R. R. Tolkien. En su narrativa se aprecia la mixtura entre lo fantástico y lo científico, su búsqueda de respuestas más allá de las apariencias de la realidad, de la que se evade intencionalmente.
Apasionada de mitologías y creadora de seres fabulosos, Daína confiesa que se plantea la literatura desde la fantasía y la ciencia ficción porque no ve el mundo «únicamente a través del prisma de lo terrenal». Sin embargo, llega un momento en que la artista opta por salir de Cuba y en 1991 se establece en EE. UU., donde continúa escribiendo apegada a lo fabuloso, aunque adentrándose en asuntos contemporáneos y volviendo los ojos a la Isla. En 1998 recibió en España el Premio Azorín de Novela, por El hombre, la hembra y el hambre, que forma parte del ciclo «La Habana Oculta», con el que desea «experimentar fusionando elementos de la literatura convencional con elementos fantásticos», y al que también pertenecen Casa de juegos (1999), Gata encerrada (2001) y La isla de los amores infinitos (2006), esta última galardonada con la Medalla de Oro en el certamen Florida Book y traducida a más de veinte idiomas.
Aunque su narrativa trascienda la ciencia ficción, prevalece el elemento fantástico y la interpretación mágica de la realidad, con que se arma para asumir la vida y eludir los problemas «terrenales». De ahí que la obra de Daína Chaviano permitiera a tantos lectores huir del maniqueísmo y la ideologización hacia parajes poblados por seres mágicos y mundos donde, al cabo de guerras y disímiles catástrofes, florece el porvenir.
(1-Nota: En 1964 se edita una colección de cuentos que llevó por título ¿A dónde van los cefalomos?, de Ángel Arango, decano de la ciencia-ficción cubana por su perseverancia en el cultivo del género. Más tarde irrumpieron otros autores interesados en la ciencia-ficción y se crearon premios para incentivar su cultivo, como el David de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y el de la revista Juventud Técnica, que propician su desarrollo y reconocimiento internacional mediante premios y ediciones extranjeras. Fueron varios los cubanos que incursionaron en la ciencia ficción. Uno de los más importantes sería el periodista y narrador Óscar Hurtado (La Habana, 1919-1977), considerado «el padre de la ciencia ficción cubana», que también escribió textos fantásticos, policíacos y de terror y cuyo nombre llevó el taller literario que dirigía Daína Chaviano en la década del ochenta.)

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