martes, 2 de marzo de 2010

Rinconete sobre Rafael Alcides


Lunes, 15 de febrero de 2010
El alma de Quijote de Rafael Alcides

Por Luis Rafael

Una emotiva tarde habanera, de esas que sellan la memoria con luz de fuego, conocí al poeta Rafael Alcides Pérez (Barrancas, 1933). Anónimo como acostumbra a presentarse, estaba en el público que asistía al lanzamiento de mi poema-libro Colómbico, celebrado en un luminoso salón del habanero Hotel Inglaterra. Lo supe casi al momento de marcharme, luego de firmar unos cuantos autógrafos a amigos y desconocidos, cuando el poeta y crítico Virgilio López Lemus, que había hecho el elogio de mi libro, se acercó con Alcides y me lo presentó. «Es un imprescindible para la poesía cubana», aseveró López Lemus y Alcides sonrió condescendiendo. Callaba, apenas atrevía algún comentario. Su mirada, sin embargo, escrutaba cada gesto, como su poesía.
Nacido en el oriental pueblo de Barrancas, Alcides se trasladó a Holguín para cursar el bachillerato y de allí a La Habana, donde se graduó como químico industrial. Trashumante desde joven, viajó a México, Estados Unidos, Argentina, Chile, Uruguay, Venezuela, escribiendo poemas aquí y allá, como quien saca fotos. Miembro de la llamada «generación del cincuenta», que se afilia al proyecto revolucionario cubano liderado por Fidel Castro y que pretendió desterrar de la Isla la explotación y las desigualdades, Rafael Alcides puso su literatura al «servicio» de la ideología nacionalista y justiciera, escribió versos diáfanos, cercanos y comprensibles para el pueblo, que marcaron su poética, coloquial, a veces coral, otras intimista e interrogadora, donde da testimonio de su presente y defiende el porvenir. En estos años de sueños y esperanzas, trabajó como productor, director y escritor de radio y dio a conocer el nuevo canon lírico conversacional en artículos y reseñas para las revistas Unión, Casa de las Américas, La Gaceta de Cuba, y en su programa radiofónico En su lugar la poesía. Entonces era un autor reconocido en su valía, que publicó los cuadernos de versos: Himnos de montaña, 1962; La pata de palo, 1967.
La historia, sin embargo, se encargó de recortar las alas a los sueños y sobrevino la década de 1970 con sus censuras y desmesuras. Al cabo del silencio editorial, resurgió la obra lírica de Alcides en la década de los ochenta, con poemarios que hablan de un cambio de temas y de abordajes, donde el poeta se vuelve cuestionador, duda, levanta su voz disidente y busca respuestas en la épica de lo cotidiano. Se atreve con temas y cuestionamientos que hablan de esa «alma de Quijote» que reconoce tener y que le lleva a enfrentarse a «molinos de viento» sabiendo que pueden lanzarlo al polvo, ante la mirada indiferente de los sanchificados. El artista decide replegarse y escribir desde el margen. Su compromiso con la justicia, le condena al «insilio», que sin embargo asume desde la creencia en que un poeta es una criatura «encargada de testimoniar el día de hoy y anunciar el de mañana». Sus textos expresan la ironía de quien sabe que su obra no niega sino afirma. Agradecido como un perro, 1983; Y se mueren y vuelven y se mueren, 1988; Noche en el recuerdo, 1989; Nadie, 1993, participan de su discurso rebelde, de su fe humanista y su deseo de comunicación, también evidentes en la antología publicada en España por Renacimiento y titulada GMT (Sevilla, 2009), que recoge textos escritos entre 1963 y 2008. Y es que con cada poema Rafael Alcides galopa en Clavileño, soñando una ínsula utópica que le conquista su verso sincero y su actitud de Quijote.

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